Si me permiten el atrevimiento, el listado de rarezas y de frases pendientes de algún hervor ya que no de meditación, que estoy leyendo en alguna red social y supongo que estarán diciéndose en las televisiones, me llevan a algunas reflexiones sobre el cierre de la Ciudad de Justicia de Valencia por un incendio que ha afectado a los Juzgados de Primera Instancia números 1 a 4.
Del orden jurisdiccional, el civil, un avezado observador concluirá que el móvil político o, sea, la desaparición de las pruebas por los casos de corrupción que, por lo visto, solo se tramitan en la Comunidad Valenciana podrá guardarse para mejor ocasión; ahora que cada cual es libre de pensar como le venga en gana y de comunicar lo que tenga a bien o lo que le digan, mejor le cuenten, que eso de informarse lleva mucho trabajo.
En segundo lugar parece obligado, y no aconsejable, esperar al informe de la Policía científica, que ya están trabajando sobre un foco muy localizado, por lo que también debería quedar para mejor ocasión las acusaciones de una mayor, menor o posible responsabilidad de unos, de otros y de los de más allá y, en este punto sí que entiendo que todos deberían dejar las piedras en el suelo.
Y escribo lo de dejar las piedras en el suelo por una sencilla razón: si el incendio se produce un martes y no un domingo y con ese foco localizado, es probable que la cosa con extintores hubiera podido controlarse y quizá, solo quizá, los daños se habrían limitado.
Así que el argumento de la falta de medios tampoco me convence. Otra cosa es el inasumible coste que supone la idea – única y simple- de construir macro edificios para ir acumulando órganos judiciales, al extremo que quien ordena y manda llegó a perder la cuenta y desdibujó su naturaleza, pasando de órgano a unidad, como si estuviéramos en una guerra de papel, que lo estamos y con tantas unidades judiciales creadas en tal o en cual año los unos, los otros y los de más allá salvaban el expediente.
Más aún. Si hiciéramos historia ficción y visto el desarrollo de Hacienda y de la Seguridad Social es probable, no seguro, que si el Tribunal Constitucional no hubiera innovado la doctrina de la "administración de la administración de justicia", ahora tuviéramos un único sistema informático, un expediente digital o casi y un único mando en plaza y no estaríamos en Valencia, por ejemplo, a la cola – mejor, al final de la cola- en sistemas informáticos y tirando de papel para todo. Siguiendo el razonamiento es probable, no seguro, que no hubiera hecho falta crear cientos de unidades judiciales y que los edificios dejaran de ser macro y pasaran a ser medio y con un gasto controlable.
Pero como la historia ficción no va a salvar el papel chamuscado o empapado de los Juzgados de Primera Instancia números 1 a 4 y al resto, supongo, nos tocará echar una mano: de los unos debería esperarse un prudente silencio, pues dejando al margen el edificio – este y los demás- no se hizo nada más y al contrario, cuando pudo se deshizo; y de los otros, otro prudente silencio porque ahora, hoy, tenemos cuatro juzgados menos de primera instancia y los ahorros de costes en el nombramiento de funcionarios en estos órganos, nunca explicados, deberían aplicarse a otras partidas presupuestarias.
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